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MARTYRS: TRASC(END)ER

 

Miguel Sandoval

 

Martyrs (2008) suele figurar en la lista de producciones más difíciles de digerir visualmente. Su entramado pretende separarse del mártir de la religión, del factor espiritual-devoto; sin embargo, buscando alcanzar el éxtasis, la iluminación, ver lo que nadie ha atestiguado para contarlo: ¿qué hay más allá de la muerte? Para lograr este fin, sus antagonistas echan mano de la violencia hasta anular todo signo de resistencia en sus víctimas.

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La historia nos empuja a conocer los abusos de una orden secreta intrigada por la vida en el más allá; casi todos ancianos, los individuos de esta élite invierten su dinero en laboratorios de experimentación y tortura física que les puedan dar respuesta a su incógnita. Más de dos décadas han dedicado a este grotesco objetivo, apropiándose de mujeres vulnerables, suministrándoles castigos in crescendo en casas de campo y fábricas abandonadas.

Así se cruzan Lucie y Anna, personajes que en distintos momentos padecen las calamidades físicas. La primera, revelándose su camino mediante elipsis que surgen de una mano violenta y de una luz intermitente; la segunda, a la que acompañamos el tiempo que dura su tortura, su deshumanización y la anulación de su identidad. En ambos casos hay una sensación física permeable, la cual puede causar una reticencia casi inmediata en el espectador.

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Y es que Pascal Laugier, director de la cinta, ejecuta cortes rápidos en el montaje, para que, mientras intentas procesar la sensación de una herida, aparezca otra, abrumando tu capacidad de retención. Asimismo, la criatura que persigue a Lucie es visualmente incómoda, ya sea desde el enfoque de su agresividad casi feral o desde la automutilación de Lucie que siente culpa y que, quizás a raíz del trauma, adopta en sí misma la autodestrucción como único comportamiento válido.

Los golpes hacia Anna son también incuestionablemente agresivos contra la consciencia del espectador, quien podría cuestionarse si hace lo correcto al ver la película. No obstante, el cineasta declaró sobre la violencia en pantalla que “realmente necesitaba que la audiencia sintiera el dolor, que alcanzara nuestros límites, pues tal vez así alcanzaría otro nivel después”, una especie de trascendencia similar a la de su personaje.

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Pascal Laugier

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Es debatible si esto ocurre en el público, ya que sólo podemos agradecer los momentos en que Anna escucha la voz de Lucie, produciéndonos segundos de paz. A propósito de esto, es el recuerdo de su amiga lo que permite a Anna dejarse llevar, no oponer resistencia, encarnando la figura del mártir que pese a todos los sufrimientos logra más bien habitarlos, entrar en comunión con ellos.

“En el mundo se ha llegado a un punto en el cual sólo quedan víctimas”, dice la líder de la terrible secta, y agrega que: “Los mártires son poco comunes. Un mártir tiene algo más, un mártir es un ser excepcional. Sobrevive sufriendo, le falta de todo. Lo cargamos con toda la maldad del mundo y trasciende por sí solo”. Anna es una mártir, no porque crea en la causa de los viejos, sino porque en la ausencia-presencia de Lucie (ya fallecida) ahora esa voz que ama es suya y la convoca lejos del dolor.

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Es inquietante la venganza que acontece en la primera parte de la película, la invasión a la casa de campo con su aparente tranquilidad familiar. Funciona perfectamente como una respuesta a Angst: la angustia del miedo (Gerald Kargl, 1983), en que un asesino en serie irrumpe en una residencia y ataca a una familia. En Martyrs no existe el arrebato de ese tipo de personaje, sino un deseo de alcanzar justicia, de depositar dolor en quienes lo causaron.

Además, podríamos detectar la influencia de este filme alemán en Pascal Laugier, pues ambas obras comparten secuencias parecidas en que se dispone de cuerpos, con nuestra mirada en ángulos picados, con un baño de tonalidades frías. Las emociones dentro de la casa también son similares, eufóricas, al borde de una ansiedad que devora.

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El último tramo del filme corresponde a Anna que observa un punto fijo sin realmente mirar, su consciencia está lejos de su cuerpo, ya no sería capaz de sentir dolor pues ha entrado en la zona del éxtasis, asimilando el mensaje que proviene de más allá de la muerte. No sabemos lo que ve, lo que oye, pero, a juzgar por la conclusión de la película, no hay una tierra prometida del otro lado, quizás el infierno, un infierno superior al de la carne que es torturada y cercenada, si eso es posible.

Martyrs es el segundo largometraje de Pascal Laugier, entre cuyas obras destacan El internado (2004), El hombre de las sombras (2012) y Ghostland (2018). Su nombre está vinculado con el Nuevo Extremismo Francés, movimiento fílmico inspirado por Antonin Artaud, el Marqués de Sade y Lucian Freud, por mencionar a varios artistas.

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Puedes ver Martyrs en el portal Zoowomaniacos.

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Fuente consultada:
Entrevista a Pascal Laugier en Eye For Film.

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Miguel Sandoval

Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la UNAM.

28 años, lector y gran fanático del terror.

Escribo sobre cine, microrrelatos y de mis experiencias cotidianas.

¡Larga vida a la Nueva Carne!

@sndvlmiguel

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