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THE COLOUR OUT OF SPACE

el daltonismo de la ciencia moderna

Roberto Carlos Garnica Castro

 

 

Lovecraft escribió “The Colour Out of Space” en 1927 y fue publicado en la revista Amazing Stories.

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En este relato se nos habla de un páramo maldito (blasted heath) que los antiguos moradores han abandonado y en el que los foráneos no toleran vivir. Ya no hay allí ningún tipo de vegetación, “tan sólo una capa de fino polvo o ceniza gris, que ningún viento parecía haber dispersado nunca” (Lovecraft, 2008). Muchas cosas extrañas ocurrieron y toda una familia desapareció o fue asesinada. “Todo empezó, dijo el viejo Ammi, con el meteorito” (Lovecraft, 2008).

Sin duda es fascinante acercarse a este texto desde una perspectiva literaria, pero también es revelador minar sus apuntes filosóficos.

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En este texto, además de algunas alusiones en torno a la imposibilidad de describir y nombrar ciertas cosas —“no había palabras para expresar lo que vio” (Lovecraft, 2008), “era como un torbellino procedente de regiones innominadas e innominables” (Lovecraft, 2008)[1]—, el genio de Providence discurre sobre cuestiones asociadas con la Filosofía de la ciencia y lo que, en la época clásica, se denominaba Física o Filosofía de la Naturaleza.

Es claro que Lovecraft intuye, como Foucault (1968), que las ciencias son sistemas de clasificación (taxonomías) y, como Kuhn (2004), que de la irrupción de anomalías pueden surgir revoluciones científicas (aunque siempre hay una resistencia institucional a los cambios de paradigma).

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Gou Tanabe

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Así, en “The Colour Out of Space” se muestra a los científicos realizando desesperados intentos por hallarle un lugar a la cosa que provino del espacio exterior: “como resultado, no presentaba ninguna otra característica que la identificara; y al término de las pruebas, los científicos de la universidad se vieron obligados a reconocer que no podían clasificarla” (Lovecraft, 2008). Y, en una secuencia tragicómica: 1) los especialistas descalificaron las explicaciones de la gente común: “los sabios respondieron que las piedras no encogen” (Lovecraft, 2008), 2) se quedaron pensativos cuando uno de sus colegas comentó “que el fragmento se estaba haciendo más pequeño” (Lovecraft, 2008), 3) frente a la evidencia, reconocieron que la piedra encogió: “ni siquiera los catedráticos más sensatos pudieron dudar de lo que veían” (Lovecraft, 2008) y 4) como no pudieron explicar nada y el fragmento desapareció después de una semana, prefirieron negar los hechos: “con el tiempo los catedráticos no estaban muy seguros de haber visto realmente y no en sueños aquel enigmático vestigio de los insondables abismos exteriores” (Lovecraft, 2008).

De manera extrema, Lovecraft habla de un “color” que no corresponde a ninguna de las cosas antes percibidas e, incluso, de un “color” que sería una sustancia en sí misma (no un accidente o una cualidad).

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En este sentido, al calentar la muestra en el espectroscopio, mostró una apariencia distinta a las del espectro normal y “hubo intensas discusiones acerca de nuevos elementos, raras propiedades ópticas, y otras cosas que los perplejos hombres de ciencia suelen decir cuando se enfrentan con lo desconocido” (Lovecraft, 2008). Se trata, además, de un “color” que brilla por la noche, que se mueve y baila, que es húmedo y frío, pero quema, que te atrae y se apodera de tu mente, que le sorbe la vida a todo y cuya fuerza aumenta, semejante al fuego de San Telmo, a las lenguas ígneas de Pentecostés o a un enjambre de luciérnagas necrófagas. Es, en suma, algo que de algún modo vive, imposible de describir y que “sólo por analogía se atrevieron a llamarlo color” (Lovecraft, 2008).

Se trata de algo venido de muy lejos, de otro mundo, “un horrible mensajero de unos informes reinos de extensión ilimitada situados más allá de la Naturaleza que nosotros conocemos; unos reinos cuya mera existencia nubla el cerebro y nos aturde con los negros abismos extracósmicos” (Lovecraft, 2008). Y, por ello, posee otras propiedades y está sujeto a otras leyes: “su forma y su manera de actuar no tienen nada que ver con este mundo de Dios. Es algo que viene del más allá” (Lovecraft, 2008).

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Virgil Finlay

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Hablando en términos cosmológicos, Lovecraft no comulgaría con la imagen de un espacio cartesiano homogéneo y un universo newtoniano sujeto a leyes universales, sino con la física aristotélica para la que, lo más natural, es que existan leyes particulares para cada región cósmica. Y tal vez consideremos que cuestionar el paradigma newtoniano sea un retroceso, pero es posible que el mundo no sea tan ordenado, cognoscible y previsible como nosotros creemos y deseamos.

En este contexto, en el que las ciencias se presentan como taxonomías, la intuición de que existen cosas innominables exige que, si quiere verse y comprenderse más, dichas rejillas de clasificación deben ser más flexibles.

Cerrarnos como los académicos y científicos del relato de Lovecraft obnubila la percepción e impide reconocer otros tipos de vida como “The Colour Out of Space”.

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AQUÍ puedes leer «El color que cayó del cielo»

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[1] Este problema de índole ontológico y epistemológico —¿existen cosas que no pueden describirse, nombrarse y/o conocerse?— se desarrolla más ampliamente en “The Unnamable de Lovecraft. Lo innominable como categoría ontológica y estética” (Garnica, 2024).

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Referencias:

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Argentina: Siglo veintiuno editores.

Garnica, R. C. (2024). “The Unnamable, lo innominable como categoría ontológica y estética”, en Penumbria.  Revista fantástica para leer en el ocaso.  Recuperado de https://www.penumbria.mx/lo-innominable-como-categoria-ontologica-y-estetica/

Kuhn, T. S. (2004). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.

Lovecraft, H. P. (2008). “El color del espacio exterior”, en Narrativa completa/Vol. II. España: Valdemar.

Lovecraft, H. P. (2011). “The Colour Out of Space”, en The Complete Works of H. P. Lovecraft. Recuperado de: https://archive.org/details/TheCompleteWorksOfHPLovecraft_201412/mode/2up

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Roberto Carlos Garnica Castro

Poseído por múltiples pasiones como la filosofía, la antropología, la historia y la literatura ha desarrollado una mirada caleidoscópica y rizomática que se funda en un principio muy simple: abordar cada cosa desde el otro extremo.  En ese sentido considera que toda filosofía tiene un trasfondo poético y toda obra literaria una base filosófica… y la mortal vida es la fuente de todo.

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